21.Piedras Celtas y Pensamientos Vacíos

 Imagen generada por Juan Carlos Vásquez con AI

A mitad del recorrido entre Santiago y Baroña, Aitana menciona la estrecha amistad que comparte con Xulia, la describe como una chica excepcional. Esta cercanía se reflejó cuando llegamos a su casa, donde nos recibió: conversa, cocina, nos ofrece una variedad de dulces, cafés, infusiones y bebidas, y con el transcurrir de la horas repetimos las mismas palabras en el mismo diálogo.

¿Qué escribes? ¿Qué lees? ¿En qué trabajas? ¡Debe ser difícil ser un inmigrante! Me empieza a hastiar tantas preguntas. Igual lo pienso.

Quizás soy un existencialista, ya que constantemente evalúo el vacío de la muerte y los resultados de mis entornos. De lo que quizás fui en el pasado al anarcoindividualismo, y de ambos, a la nada. 

Tener una juventud en la que tus amigos son mucho mayores que tú arrastra sus pros y sus contras; por una parte, te obliga a reflexionar más rápido, y por otra, llega el momento en que tienes que verlos predicar, enfermar y morir. Muchos ya están locos; el resto son juiciosos padres de familia o están amargados al extremo, tanto, que no paran de repetirme, que con el transcurrir del tiempo, la edad me llevará a jactarme (al igual que ellos) de una ética y una moral de las que carezco, y a relatar mis estúpidas historias en el banco de una plaza.

II

La amiga de Aitana cumplió 49 años y acaba de divorciarse. Tiene un novio y un par de amantes. Todos escriben poesía romántica y pasan las vacaciones en Roma o en París. Ella no para de hablar, de buscar conductas afines a sus gustos gastronómicos, sentimentales y sexuales.

Sentado en una piedra en la bahía de Porto do Son, escucho desde la distancia cómo describe al detalle su más reciente intimidad. El tipo le propuso una especie de fetiche que le encantó y quiere repetir. Siente amor por su novio, morbo por su primer amante, curiosidad por la mente del tercero, el poeta. Todo aquello la pone, quisiera crear un solo hombre con los tres, pero como no puede, se acuesta con ellos. Suele utilizar la lectura para destensarse si está muy arriba, por eso se alterna entre una cosa y la otra. Es que lo ha leído todo, y ahora le atormenta el miedo a la nada. Cuando Aitana está borracha, no le importa escucharla, y de vez en cuando intenta mirarme para sonreír; ¿cómo puede burlarse tanto sin que la amiga la descubra?


III


Los castros celtas rodeados de fosos y murallas, poblados en los que en tiempos de guerra se refugiaban los antiguos habitantes de Galicia. "¿Qué hago ahí? En medio de un círculo de piedra contemplando el horizonte: trenes regionales de largo recorrido, autobuses, aviones low cost y caminatas, hasta romper con la rutina"... todo por un poco de desvarío.


Rozo con mis manos los restos de muralla, veo una pequeña plaza comunal y una veintena de casas de planta circular u oval que forman un pequeño laberinto. Siento la solidez y resistencia, una fuerza primal. Los bordes afilados y el tamaño me conectan con un sentido de poder.

El eco del pasado se mezcla con mi presente, recordándome la fugacidad de la vida y me fragmento en diferentes versiones.

Al despertar de mi propio letargo, veo la luz que se filtra por las piedras, el sonido y la furia del mar, partículas doradas de polvo caen sobre mi cabeza. Es cuando escucho una voz lejana (Aitana y su amiga Xulia caminan) y me doy cuenta de que es la hora.

Con impaciencia lo reconozco, el día de hoy me aburre la historia, los museos, los monumentos, y sobre todo a los que repiten constantemente la belleza de algo, por eso en vez de dejar de escribir (como siempre digo) escribo sobre lo mismo. 

IV

Rumbo a Madrid desde Santiago de Compostela, me encuentro en un vuelo de Ryanair con la única chica a la que no le importa nada. Nos fundimos en un abrazo y sonreímos. También sobrevive de las migajas de la creación de contenidos. No hablamos de literatura, aunque leímos todo y no nos acordamos de nada. Siempre se revuelve con ese mundo. Siempre repite que todo nace de manera espontánea y los farsantes abundan. Y en un esfuerzo inesperado, recordamos a los que no podemos dejar de llamar personajes; todos los somos, figuras caricaturescas, algunas más extremas y ridículas. En ese instante, queríamos vomitar, quemarlo todo, pero decidimos comprar cervezas y hacer silencio.

V

Mientras camino de regreso a casa, mis ojos se posan en un libro en una vitrina: "Cuentos grotescos" de Rafael Pocaterra. Instantáneamente, me encuentro transportado a mis infancia, reviviendo memorias y emociones. Aunque en algún momento imaginé regresar a vivir en en lo alto de Mérida, esa aspiración sigue siendo un anhelo. Quizás tendré que aguardar a que la plaga y la estupidez barran todo a su paso, o bien, a que la autodestrucción se convierta en una realidad inevitable.

Unos metros más adelante vuelvo a sentarme y me fusiono con el grupo de personas del que formo parte. Por lo menos, ellos me dejan ser en mi análisis eterno. Ya saben que me iré y regresaré hasta que deje de funcionar. Yo también intuyo qué sucederá con ellos.

"Es igual para todos, es un patrón que se repite cuando vemos a los sustitutos circular, esperando nuestras muertes, deslizándose en monopatines eléctricos, con un chupete en la boca y la queja disfuncional. Siempre la ciudad y el tiempo ordenan a sus habitantes por ciclos, y esta vez no será la excepción."


Septiembre de 2023

Texto publicado al igual en la revista madrileña Margen Cero.

Ilustración de portada: imagen generada por Juan Carlos Vásquez con AI.


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